Teste de Postagem - Amar Max 1
Publicado Por Artes Designer na segunda-feira, 28 de janeiro de 2013 | 17:49
Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó
convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un
duro caparazón y, al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro,
surcado por curvadas callosidades, sobre el que casi no se aguantaba la
colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas
patas, penosamente delgadas en comparación con el grosor normal de sus
piernas, se agitaban sin concierto. - ¿Qué me ha ocurrido? No estaba
soñando. Su habitación, una habitación normal, aunque muy pequeña, tenía
el aspecto habitual. Sobre la mesa había desparramado un muestrario de
paños - Samsa era viajante de comercio-, y de la pared colgaba una
estampa recientemente recortada de una revista ilustrada y puesta en un
marco dorado. La estampa mostraba a una mujer tocada con un gorro de
pieles, envuelta en una estola también de pieles, y que, muy erguida,
esgrimía un amplio manguito, asimismo de piel, que ocultaba todo su
antebrazo. Gregorio miró hacia la ventana; estaba nublado, y sobre el
cinc del alféizar repiqueteaban las gotas de lluvia, lo que le hizo
sentir una gran melancolía. «Bueno -pensó-; ¿y si siguiese durmiendo un
rato y me olvidase de todas estas locuras?» Pero no era posible, pues
Gregorio tenía la costumbre de dormir sobre el lado derecho, y su actual
estado no le permitía adoptar tal postura. Por más que se esforzara
volvía a quedar de espaldas. Intentó en vano esta operación numerosas
veces; cerró los ojos para no tener que ver aquella confusa agitación de
patas, que no cesó hasta que notó en el costado un dolor leve y
punzante, un dolor jamás sentido hasta entonces. - ¡Qué cansada es la
profesión que he elegido! -se dijo-. Siempre de viaje. Las
preocupaciones son mucho mayores cuando se trabaja fuera, por no hablar
de las molestias propias de los viajes: estar pendiente de los enlaces
de los trenes; la comida mala, irregular; relaciones que cambian
constantemente, que nunca llegan a ser verdaderamente cordiales, y en
las que no tienen cabida los sentimientos. ¡Al diablo con todo! Sintió
en el vientre una ligera picazón. Lentamente, se estiró sobre la espalda
en dirección a la cabecera de la cama, para poder alzar mejor la
cabeza. Vio que el sitio que le picaba estaba cubierto de extraños
untitos blancos. Intentó rascarse con una pata; pero tuvo que retirarla
inmediatamente, pues el roce le producía escalofríos.Una mañana, tras un
sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un
monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparazón y,
al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro, surcado por
curvadas callosidades, sobre el que casi no se aguantaba la colcha, que
estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas patas,
penosamente delgadas en comparación con el grosor normal de sus piernas,
se agitaban sin concierto. - ¿Qué me ha ocurrido? No estaba soñando. Su
habitación, una habitación normal, aunque muy pequeña, tenía el aspecto
habitual. Sobre la mesa había
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